Rima XVII ~ Becquer
Hoy la tierra y los cielos me sonríen;
hoy llega al fondo de mi alma el sol;
hoy la he visto.., la he visto y me ha mirado...
¡Hoy creo en Dios!
(...)
El caso es que, por alguna razón que desconozco, he empezado a tenerle fobia - o quizá sea respeto, nunca se sabe - a cierto número de dos cifras. Diecisiete. Un uno y un siete. ¿Y qué? Pues eso mismo me pregunto yo. Un estúpido número de dos cifras que ni si quiera atrae mi atención... Y manda narices el quebradero de cabeza que me está - y seguirá, seguro - dando.
La primera vez que lo pensé, me reí de ello. Diecisete años, ¿eh? ¡Como pasa el tiempo! Y luego me di cuenta - no al mucho - de que en realidad no me hacía ninguna gracia. Oh, shit. Fuck.
Siento que no he hecho absolutamente nada que valga la pena en todo este tiempo; nada. Nunca he sido aficionada a albergar sueños que cumplir - y cuando los he tenido, han seguido siendo simples sueños - y se han ido desvaneciendo. Me he hecho miles de promesas a mí misma que - como ya me esperaba - no cumplí. Cada día he intentado esforzarme en comenzar algo nuevo, algo por lo que luchar; y nuevamente había un problema conmigo y nunca lo lograba.
Y así podría ir desgarrando el fino papel que contiene todo cuanto no he logrado, lo que he perdido en estos años - o no he ganado - , o en todo lo que habiendome esforzado o no, he fracasado. Y como duele esa palabra, ¿verdad? Fracasar. Pero hay algo que - quizá por encima de todo - me ha dolido aun más. Y se resume en un sueño, en una sola palabra: escribir. Escribir. Escribir. Escribir...
[ Pausa para ir al baño. ¿Por qué cada vez mis entradas son más largas? (Risas) ]
Y aqui viene la parte buena - sí, la hay, deja de sorprenderte - que te hace replantearte algunas cosas y que una tímida sonrisa cruce mis labios. Y quizá la única que tiene que ver ligeramente sobre mi cumpleaños.
Imaginad por un momento la situación. Celebras el cumpleaños en la terraza de un familiar casi por puro capricho y por originalidad, no sabes resolverle sus dudas sobre lo que ha de regalarte, y de algun modo le haces gastar su tiempo en tener preparado el lugar. Y tu se lo agradeces, con el alma, pero no esperas nada más. Y como de costumbre, vuelves a equivocarte. Abres la puerta y lo primero que ven tus ojos es a esas personas con una sonrisa, mirándote, y que murmuran un: "no hemos podido hacer nada mejor, cariño". Y miras a tu alrededor, sin que salgan las palabras: las paredes decoradas con globos y piruletas - como cuando eras una niña, recuerdas - , el regalo en una bonita bolsa colgando de un sitio alto para que tu no lo alcanzes - cabrones, piensas entre risas - , y carteles en japonés e imágenes de tu anime favorito. ¿Que tiene de especial? Todo. Absolutamente todo. Porque sabes que a ellos no les atrae ese mundo, no les importan las series, las figuritas o el idioma, porque no entienden de él... Pero se esfuerzan por cambiar eso. Por ti, para hacerte sonreír, porque TÚ sí les importas. Porque se tiran horas mirando en internet para encontrar algo sobre tus aficiones, porque te hacen con sus propias manos un regalo que adoras, porque miran un traductor para felicitarte en japonés, porque hacen una tarta con tu serie, porque van a tiendas y preguntan, y se recorren el centro de madrid; todo para tus libros, tu música, tus extraños gustos...
La primera vez que lo pensé, me reí de ello. Diecisete años, ¿eh? ¡Como pasa el tiempo! Y luego me di cuenta - no al mucho - de que en realidad no me hacía ninguna gracia. Oh, shit. Fuck.
Siento que no he hecho absolutamente nada que valga la pena en todo este tiempo; nada. Nunca he sido aficionada a albergar sueños que cumplir - y cuando los he tenido, han seguido siendo simples sueños - y se han ido desvaneciendo. Me he hecho miles de promesas a mí misma que - como ya me esperaba - no cumplí. Cada día he intentado esforzarme en comenzar algo nuevo, algo por lo que luchar; y nuevamente había un problema conmigo y nunca lo lograba.
Y así podría ir desgarrando el fino papel que contiene todo cuanto no he logrado, lo que he perdido en estos años - o no he ganado - , o en todo lo que habiendome esforzado o no, he fracasado. Y como duele esa palabra, ¿verdad? Fracasar. Pero hay algo que - quizá por encima de todo - me ha dolido aun más. Y se resume en un sueño, en una sola palabra: escribir. Escribir. Escribir. Escribir...
[ Pausa para ir al baño. ¿Por qué cada vez mis entradas son más largas? (Risas) ]
Y aqui viene la parte buena - sí, la hay, deja de sorprenderte - que te hace replantearte algunas cosas y que una tímida sonrisa cruce mis labios. Y quizá la única que tiene que ver ligeramente sobre mi cumpleaños.
Imaginad por un momento la situación. Celebras el cumpleaños en la terraza de un familiar casi por puro capricho y por originalidad, no sabes resolverle sus dudas sobre lo que ha de regalarte, y de algun modo le haces gastar su tiempo en tener preparado el lugar. Y tu se lo agradeces, con el alma, pero no esperas nada más. Y como de costumbre, vuelves a equivocarte. Abres la puerta y lo primero que ven tus ojos es a esas personas con una sonrisa, mirándote, y que murmuran un: "no hemos podido hacer nada mejor, cariño". Y miras a tu alrededor, sin que salgan las palabras: las paredes decoradas con globos y piruletas - como cuando eras una niña, recuerdas - , el regalo en una bonita bolsa colgando de un sitio alto para que tu no lo alcanzes - cabrones, piensas entre risas - , y carteles en japonés e imágenes de tu anime favorito. ¿Que tiene de especial? Todo. Absolutamente todo. Porque sabes que a ellos no les atrae ese mundo, no les importan las series, las figuritas o el idioma, porque no entienden de él... Pero se esfuerzan por cambiar eso. Por ti, para hacerte sonreír, porque TÚ sí les importas. Porque se tiran horas mirando en internet para encontrar algo sobre tus aficiones, porque te hacen con sus propias manos un regalo que adoras, porque miran un traductor para felicitarte en japonés, porque hacen una tarta con tu serie, porque van a tiendas y preguntan, y se recorren el centro de madrid; todo para tus libros, tu música, tus extraños gustos...
Coño, pues no lo estaré haciendo tan mal, ¿no?
Sonríe; el chocolate sabe mejor si se pega a la comisura de tus labios.
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