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Érase una vez no hace un huevo de tiempo - sino dos docenas y media - un pequeño ser saltarín apareció en nuestra querida Tierra y vivio feliz un par de años. Pero un día apareció un malvado monstruo a arrasar sus bosques "Ay, que tiro otro árbol" - dijo borracho. Entonces este señor rubiales, para frenar esa destrucción aleatoria, decidió encerrarlo con una super técnica ninja que había aprendido en un canal de cocina y encerrar al bicharraco en una urna-niño, y venció. Pero era una técnica suicida, cosa que se había perdido mientras plantaba un pino en el bosque - chiste malo- y se limpiaba el agujerico con una hoja de árbol.
Y descubrió el papel. Gran invento, que servía desde para limpiarse el culo hasta para hacerle casitas a los gusanos de seda, pasando por comértelas cuando eres pequeño. Todo era felicidad y vomitabamos arco iris hasta que...
Fue un gilipollas y aprendió a escribir. Pero no escribió chorradas como el resto de sus compañeros con vida social, amores, peleas y drogas diversas junto con el sexo... no, que va. El tenía que dar por culo y empezar a escribir en una hoja de pergamino lo que le habían contado los abuelos de sus abuelos sobre su época. Y como estaban seniles la mitad serían batallitas inventadas y la otra mitad una sarta de sandences, pero daba igual, claro que sí.
Porque este señor había inventado la "Historia escrita". Y nos jodio a todos por detrás. Con sus libros, sus apuntes, sus putos generales y su mierda de matrimonios incestuosos.
Maldito cabrón. Me las pagarás.
Como lo odio.
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