Tras tres noches seguidas soñando contigo; en diferentes situaciones, diferentes momentos, diferentes lugares, diferentes miradas, se cumple una estricta regla: diferentes lágrimas, sí, pero por una misma persona.
He llegado a una conclusión: o yo soy masoquista, o a ti te encanta torturarme incluso en sueños.
Da igual lo absurdo que sea el sueño porque siempre acaba igual: tú con la cabeza gacha en silencio mientras me ves llorar.
Final de cuento de hadas, sin duda.
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