Anoche, cuando empezaba a acercarse la hora de que me fuese a dormir, a eso de las cuatro de la madrugada, sabía que pasaría esto. Apareció esa sensacíon que te dice "no te levantes, mañana no será un buen día. Sigue durmiendo". Apareció, se quedó y dolió. Y me levanté con el mismo sentimiento encerrado en mis ojos.
Seguir durmiendo. Mucho, mucho, mucho tiempo... Y no despertar hasta que mi futuro haya sido pintado en tonos cálidos y con trazos claramente definidos.
Pero nadie va a crear ese futuro por mí. Nadie va a nadar en mi mente para decirme qué es lo que realmente quiero hacer. Nadie va a enseñarme qué debo hacer para ser feliz. Nadie va a sentarse a esperar conmigo, a mi lado, mientras voy dejando pasar los trenes uno a uno hasta encontrar aquel que me siento segura de tomar. Y viajar lejos, muy lejos, a ese futuro aún desdibujado. Nadie va a pensar, decidir, o creer por mi. Nadie va a arrastrarme fuera del cuarto oscuro en el que he sido encerrada. Puede que tampoco dejase que alguien lo hiciese.
Y parece que yo tampoco voy a hacerlo.
Hace poco, dos días, tres quizá, leí una de las no-típicas entradas de tuenti de un no-conocido. Digo no-conocido porque es una de esas personas que no puedes llegar a considerar "conocida" con un par de encuentros aleatorios, una persona especial que me da la sensación merece la pena conocer. Mucho. Y digo no-típicas porque sus entradas suelen alejarse del prototipo de canción o palabras de amor a tu parejas, típicas de esa red social. Pero esto no viene ahora a cuento, o viene muy poco, la verdad.
No diré nombres, no creo que sea neceasrio. Tampoco diré que sensación obtuve de esa entrada, no creo que sea necesario. Pero sí diré de qué hablaba. Hablaba del futuro. De esa duda que nos martiriza -a algunos más que a otros - a estas edades en las que tenemos que elegir: ¿qué quieres ser de mayor?. Pero en realidad no trataba sobre ello. De algún modo, le restaba importancia. ¿Por qué? Muy sencillo.
"La pregunta a la que le deberías dar más importancia es cómo quieres ser", decía.
Y lo leí, todo, del tirón. No una, ni dos, sino más de cinco veces. Releí una y otra vez aquella entrada. Y pensé que tenía razón. En todo. Las sonrisas que has causado, a cuanta gente has ayudado, las veces que has dado las gracias y te las han dado, los abrazos en los que has tomado parte, la gente que piensa en ti... Todo eso es mucho más importante que un título por el que reconocernos. No necesito ser "la médica", "la arquitecto" o "la periodista". Tengo un nombre al que referirse, así que no necesito eso.
No me define qué soy, sino cómo soy.
Pero luego miré la fecha en el ordenador; 30 de junio. Vi la hoja con las notas de selectividad sorbe mi mesa, silenciosa, con la palabra APTO escrita en negrita. Contemplé el montón de hojas esparcidas por mi escritorio y la pantalla de mi ordenador: notas de corte, ponderaciones de las carreras, planos de universidades, foros, planes de estudios de diversas carreras...
Y todo se fue al garete, de nuevo. Recordé porqué me había llamado la atención esa entrada. Porque me sentía perdida, angustiada, frustrada, agobiada. Porque tenía cinco días para decidir, de algún modo, el camino hacia mi futuro aún por construir. Porque casi todo el mundo ha tenido desde hace años una meta, una profesión, una predilección por algo, un sueño que alcanzar.
Sin embargo, últimamente no paro de oír que soy la excepción que confirma la regla. Así que nada de eso tiene sentido para mi. No tengo nada, absolutamente nada que me guíe hasta una carrera, hasta una profesión, hacia un mañana.
Y ahora, mientras escribo esto, me quedan poco más de dos días para decidirlo. Todo retumba en mi mente y ya casi no le encuentro significado. Estudios ingleses, Periodismo, Psicología, Telecomunicaciones, Informática, Turismo... Son palabras vacías. Sin sentido.
Y me siento cansada, muy cansada. De todo, de todos. Pero sobe todo de mi.
Y leo la entrada de ese no-conocido, otra vez. Y al menos, por un momento, sé que él sí cumpió su meta, aunque fuese por un sólo instante...
Fue la persona que me hizo sonreír al leer esas palabras.
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Pues aprende a tocar las castañuelas o a comunicarte con los animales y ya decidirás más adelante. Yo te acojo, sabes que hay una habitación con una Play sin juegos solo para ti :)
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